Hola a todos
Un miércoles ya y de nuevo con sorpresa. Como muchos sabéis estuve en el Evento de Novela romántica en Madrid. El famoso RA. Merche Diolch una de las organizadoras y alma mater del evento, me pidió si podía hacer un relato corto para la antología que regalaban a todos los presentes al evento. Ni que decir que dije ¡Sí! Casi sin pensar. Lo que no pude imaginar era la “limitación” que tuve con el relato. No más de 8 páginas con un interlineado y un tamaño de fuente bastante grande. En resumen, un relato corto de no más de 1500 palabras. Vale, me pasé de unas 300 pero no pude evitarlo. Es un pequeño relato erótico, con uno de mis actores porno preferidos. Disfrutadlo y dejadme un comentario por favor.
Raül siempre se acordaba de la película Love Actually cuando estaba en la zona de llegadas de un aeropuerto. Le gustaba sentarse en la cafetería que había justo enfrente de las puertas y observaba el reencuentro de la gente a la llegada. Se le quedó cara de tonto cuando vio a un hombre de unos setenta años, contemplando la puerta de llegada con un ramo de rosas rosas en la mano mientras miraba de un lado al otro, esperando, suponía, a su mujer. Pero la situación aún fue más increíble posible: una niñita pelirroja, llena de pecas y de unos diez años, surgió de la puerta y miró a ambos lados hasta que vio al señor mayor con las rosas y se abalanzó sobre él. El abuelo, contento de poder ver a su nieta, no dejaba de apretarla con fuerza, intentando, como parecía, que no quería separarse de ella.
La escena humedeció los ojos de Raül, conmoviéndolo y provocando que su vista se emborronara. Siguió al abuelo y su nieta hasta la puerta de salida, con una sonrisa boba en la cara. Adoraba los finales felices. En ese instante, habiendo perdido de vista la puerta de salidas, alguien lo cogió de la cintura con fuerza.
—¡Me echaste de menos? —le gritó una voz aguda en la oreja.
—¡Aaah! —chilló con fuerza, perdiendo todo rastro de masculinidad por el camino, al tiempo que se giraba para asesinar a su hermana—. De verdad, Laia, no puedes pegarme esos sustos, que me hago mayor.
Su hermana no dejaba de reírse, pero Raül se quedó petrificado ante lo que vio justo detrás de ella. Sosteniendo la maleta, había un hombre de los que quitaban el aliento. Sin saber por qué, creía que ya lo conocía, ya lo había visto en algún lado. Buscó en su lista mental de chulazos de dónde lo recordaba, pero su ensimismamiento se fue a la mierda cuando un par de dedos chasquearon delante de su cara.
—¡Nene! Te presento a Dato, lo conocí en una discoteca de Madrid. Me protegió de un imbécil que no aceptaba un no por respuesta. Él y su exnovio estuvieron conmigo durante toda la noche. ¡Nos lo pasamos diviiino!
Se quedó con cara de pasmado durante más de diez segundos hasta que su hermana lo golpeó en el hombro con bastante fuerza.
—¿Qué te pasa a ti? —le preguntó su flipada hermana.
Raül miró de arriba abajo al hombre que tenía delante.
—¿Tu eres Dato Forlan? —inquirió hacia el actor, ignorándola.
El hombre asintió con la cabeza, mientras una sonrisa encantadora de príncipe azul destellaba sobre su oscura piel.
—¿Lo conoces? —interrogó a Raül bastante sorprendida.
—No en persona, pero todo gay consumidor de porno sabe quién es Dato Forlan. Lo siento —dijo haciéndole un gesto con los hombros al actor—, pero mi hermana no anda muy puesta en el porno gay.
—No pasa nada, al menos no te has tirado sobre mí como una fan histérica. Aunque hace ya un año que no me dedico al porno.
Riéndose por la contestación, no pudo evitar contenerse de actuar como una adolescente delante del hombre.
—Bueno, pues vamos a casa, que Dato se va a quedar unos días conmigo para superar su pérdida —ordenó Laia mientras cogía su maleta.
Lo miró con cierto pesar y se acercó para darle la mano.
—Siento lo de tu relación, yo también he terminado la mía hace no demasiado. Después de diez años decidió cambiarme por un hombre mucho mayor que yo —explicó a la vez que arrastraba la enorme maleta de su hermana.
—A mí, básicamente me dejó porque no podía competir con todos los hombres que me habían follado.
—¡No fastidies?
—Lo que oyes, el muy imbécil pensaba que lo estaba comparando con ellos en cada instante.
—Eso os pasa porque los gais sois demasiado falócratas —sentenció Laia mientras paraba su otra maleta para que no fuera rondando por las cintas mecánicas que los llevaban a la zona de taxis.
Estuvieron hablando los tres animadamente durante todo el viaje hasta casa, aunque se monopolizó el tema en las relaciones de pareja y en cómo funcionaban para heteros y mariquitas. Raül se sorprendió de lo ingenuo que era Dato para las relaciones y de su idealización del amor. Pero lo encontró adorable e hizo que lo viera desde otro punto de vista.
Los hermanos vivían en el mismo edificio de dos pisos individuales; él en el segundo piso, con lo que solo tuvieron que subir uno para dejar las dos maletas enormes. Lo más curioso era que hasta ese instante, no se había dado cuenta de que el actor no llevaba maleta.
—¿Dónde está tu maleta? —preguntó curioso ante la ausencia de esta.
—Por eso estoy aquí, mi novio me echó de casa y tu hermana me pagó el viaje hasta Barcelona. Me ha ofrecido su casa hasta que pueda moverme por mi cuenta.
—¡Me niego a hacerte sufrir de esa manera! —gritó indignado—. Tengo habitación de invitados y puedo prestarte ropa, creo que tenemos la misma talla. Además, con Laia morirías de inanición en una semana o engordarías diez quilos por la cantidad de comida basura que se pide.
—¡Estoy aquí, eh! —chilló con un tono de irritación la aludida.
—Lo digo en serio, mi habitación de invitados te irá bien.
Y de nuevo esa sonrisa de príncipe encantador dejó a Raül sin aliento. No podía obviar que uno de sus actores porno preferidos estaría bajo su mismo techo. Pero le invadía un sentimiento de camaradería al haber sido los dos abandonados por sus respectivos novios.
*****
Levantándose por la mañana, Raül se puso la camiseta y se dirigió al cuarto de baño. Pero se quedó de piedra al ver a Dato desnudo, mostrando sin pudor su maravilloso cuerpo mientras se afeitaba. No podía evitar que la vista se le fuera hacia sus abdominales y oblicuos. Lo había visto desnudo y en cientos de posturas en todas las películas porno que tenía en su ordenador, pero nunca imaginó que lo tendría en carne y hueso.
—¿Eso es porque te alegras de verme? —dijo señalando su entrepierna, totalmente levantada por la excitación.
—¡Oh, mierda! —exclamó avergonzado, tapándose la erección y suspirando porque aún llevaba puesto los calzoncillos.
—La verdad es que es gratificante ver que le excitas a alguien de una manera tan natural. Siento estar desnudo; normalmente no te levantas tan temprano, y quería estar listo para dejarte el cuarto libre —explicó mientras se acercaba a Raül con un paso sensual y volviendo a sonreír de esa manera que sabía que le gustaba.
—Yo…
Pero ya no pudo decir nada más: los carnosos labios de Dato estaban sobre los de Raül, húmedos y lujuriosos, abriendo su boca, violándole con la lengua como nadie lo había hecho nunca. Con un movimiento muy bien ejecutado, la camiseta voló por los aires y los calzoncillos dejaron de tapar nada. La piel se juntó, generando una fricción que habría encendido el mismísimo infierno. El ansia dio paso a la pasión desenfrenada, apaciguada durante una larga semana. Agónica, escandalosa y frenética, así era la necesidad que ambos tenían por sus cuerpos. Llegó un momento en el que ninguno de los dos sabía quién besaba y quién dominaba la situación, los roles se iban girando a un ritmo vertiginoso. La mesa del comedor chocó contra la espalda de Dato y Raül aprovechó la ocasión para levantar al actor en volandas y subirlo encima. Abriendo sus piernas, bajó con rapidez para deleitarse con un agujero que llevaba una semana deseando abrir con su lengua. Los gemidos no tardaron en llegar, haciéndose más rítmicos a medida que aumentaban y aceleraban sus movimientos. No tardó demasiado en hacerlo suyo, la mesa crujió cuando se unieron por completo. Acompañándolo de besos y jadeos, llegaron al final casi al mismo tiempo: primero Dato, con un orgasmo explosivo que hizo que Raül terminara entre silenciosos gemidos de placer.
Ambos se quedaron encima de la mesa, agotando los suspiros del orgasmo mientras se miraban. Sabían lo que había pasado, pero ninguno de los dos quería pronunciarlo en voz alta. De repente, la situación fue suficiente vergonzante para que tuvieran ese remordimiento. Durante más de dos interminables minutos se quedaron mirando el techo de la habitación.
*****
Laia se sentía frustrada, su plan de juntar a esos dos no estaba resultando como ella había planeado. Había pasado una semana desde la llegada de Dato, habían congeniado enseguida, incluso habían llegado a confesarse algún secretillo. Pero, para su sorpresa, no había habido ningún tipo de acercamiento sexual entre ellos. Dato encontró con cierta rapidez un trabajo en una tienda del Eixample. Era un reclamo para todos los chicos que querían verlo de cerca y comprar algo. Eso hizo que además sus vidas se separaran con bastante celeridad, con lo que se dispuso a gestar un plan para que esos dos acabaran juntos. No había hecho todo ese paripé para que luego no se juntaran.
Pero nadie la preparó para lo que sus ojos vieron cuando entró en casa de su hermano sin avisar: los dos desnudos encima de la mesa de roble de su tatarabuelo —el cual se habría revuelto en la tumba— y mirando el techo.
—¡Por fin! —gritó emocionada.
Tardaron poco en saltar de la mesa e ir a taparse con la máxima rapidez que les permitían sus piernas. No querían hacer más espectáculo del que ya estaban dando.
—¡No sabes llamar a la puerta? —vociferó Raül desde su habitación mientras se ponía unos tejanos en comando.
—Quería invitaros a comer algo, pero si eso ya os invito a los cafés, porque comer, lo que se dice comer, ya lo habéis hecho a gusto.
—¡Esto no es lo que parece! —chilló Dato desde la otra sala.
—Oh, por favor —suspiró jocosa.
—¡Cómo que no es lo que parece? —preguntó su hermano al otro chico.
—Bueno, es que… —dijo dubitativo el actor.
—¡Por el amor de Cristo! —exclamó Laia, ya un poco molesta—. Os gustáis desde que os conocisteis en el aeropuerto. Dejad de ser unos imbéciles y asumidlo. Así yo podré ir a comer con los dos sin que haya problema.
Raül salió de la habitación y vio a Dato también salir, vestido con unos tejanos y una camiseta sin mangas y el pelo peinado hacia arriba como tanto le gustaba.
—¿De verdad te gusto? —le preguntó curioso mientras se lo comía con la vista.
—¿Y me lo preguntas después de eso? —dijo señalando la mesa, aún húmeda del sudor y otros líquidos—. Llevo colado por ti desde que dejaste que me quedara en tu casa. Solo que no he encontrado la manera de decírtelo.
Laia estaba tan ilusionada que se abalanzó sobre Dato y este casi perdió el equilibrio.
—¡Estoy tan feliz!
—Laia, cariño, ¿qué tal si nos dejas que veamos a dónde va esto? —preguntó su hermano, sonriendo al actor con cara de embobado.
Dato se separó del abrazo y se dirigió hacia Raül.
—Podemos seguir cometiendo errores —dijo mientras lo abrazaba.
—Quiero seguir cometiéndolos contigo a mi lado.
¿FIN?
ehhhhh me ha encantadooooooo
Aún no he leído el libro de antología, así que no sabia que habias participado, pero… ya adelanté uno de los relatos.
Ays… que calor.
Un beso Fabian.
Naitora
Ya por fin pille el ordenador para comentarte! Me ha gustado mucho el relato,se convertira en una historia mas larga? Me ha gustado mucho y me ha caido bien la hermana de Raul! Por cierto Love Actually es de mis pelis favoritas! Un beso guapo. Puri
No creo que se convierta en un relato largo. Seria complejo de escribir algo que fue concebido como una historia corta corta.
¡Ay, jolín, qué bonito! Me ha encantado, Fabián. Cuando una historia te deja una sonrisa como conclusión es una gozada.
Joder y yo sin ver este mensaje… Gracias Olivia… era la intencion… un final con sonrisa!